Un préstamo se puede definir como una operación financiera de prestación única (el ingreso del capital prestado se hace de una sola vez) y contraprestación múltiple (el capital y los intereses son devueltos en varios pagos periódicos).
En esta operación, hay implicados dos perfiles fundamentales: el prestamista y el prestatario. ¡Conozcamos más sobre ellos!
En la celebración de un contrato de un préstamo, el prestatario es quien recibe el dinero (o capital) y, al hacerlo, adquiere la obligación de ir devolviéndolo dentro del plazo previsto y a través del método de amortización que haya acordado. Además, el prestatario es el encargado de establecer el grado de solvencia del préstamo, ya que esto dependerá de su capacidad para hacer frente a sus deudas.
Por otra parte, al solicitar un préstamo, el prestatario puede adquirir diferentes grados de implicación que dependen, en muchas ocasiones, del tipo de préstamo. Vamos a ver cuáles son esos tipos:
Un prestatario puede ser de dos tipos:
Aunque lo más habitual es que sea una persona física la que acuda a una entidad a solicitar una ayuda económica; el prestatario puede ser también una entidad financiera, una sociedad mercantil…
Sin embargo, con independencia del tipo de prestatario, todos ellos poseen dos derechos en común:
El prestamista, por su parte, es la persona física o jurídica (generalmente jurídica) que presta el dinero en el préstamo.
El prestamista, por el hecho de conceder el préstamo, adquiere una serie de derechos sobre el prestatario como, por ejemplo, aplicar los mecanismos de resarcimiento (tomando el activo de garantía o parte del patrimonio del prestatario) estipulados por la ley, en caso de que el prestatario no devuelva la totalidad del préstamo en la forma y plazo que hayan acordado.
No obstante, el prestamista también tiene sus limitaciones en el ejercicio de sus derechos. Además, si el prestatario se declara insolvente, tanto el prestamista como prestatario deben someterse al arbitraje de un juez para que se produzca la devolución del préstamo. En este sentido, te recomendamos nuestra entrada sobre cómo saber si un prestamista es legal.
Al igual que sucede con los prestatarios, los prestamistas pueden ser tanto personas físicas como jurídicas:
Personas físicas que, por propia iniciativa, prestan su capital con la intención de obtener beneficios. Suelen ser personas que tienen unos grandes ahorros y los utilizan a modo de préstamo para rentabilizarlos. Sin embargo, antes de recurrir a un prestamista particular, hay que tener en cuenta que su coste económico suele ser más elevado.
Además, algunos pueden estar operando por cuenta propia, sin estar sujetos a ningún tipo de regulación, lo que supone un delito de fraude y un peligro para el prestatario. Este tipo de prestamistas era antes muy habitual, cuando los únicos préstamos disponibles eran los bancarios, a los que no todo el mundo puede acceder. Sin embargo, con la llegada de empresas dedicadas al lending online, el acceso al crédito se ha democratizado, por lo que cada vez es menos habitual recurrir a prestamistas particulares.
Son entidades acreditadas para la realización de operaciones de crédito. Tienen una estructura empresarial desarrollada, y están bajo la supervisión del Banco de España. Su principal diferencia con una entidad bancaria tradicional es que no pueden captar depósitos de sus clientes.
Son empresas dedicadas a la concesión de créditos a través de Internet. Están especializadas en ofrecer productos a sus clientes con unas condiciones más flexibles, lo que ha ayudado a democratizar en gran medida el acceso al crédito. Además, suelen ser más ágiles. A diferencia de los EFC, no están bajo la supervisión del Banco de España, sino que, al ser un producto dedicado a los consumidores, están regulados por la Ley 2/2009 del 31 de marzo, que garantiza la seguridad y la protección de todos los usuarios que contraten préstamos o créditos.
Entre este tipo de entidades se encuentra Creditea. La llegada del sector Fintech y el desarrollo de la tecnología financiera ha hecho que este tipo de entidades crezca, ya que, usando esa tecnología, pueden diseñar servicios perfectamente adaptados a todos sus clientes. Dentro de este tipo de empresas se encuentran también aquellas que practican el responsible lending, ofreciendo servicios de financiación éticos, responsables y transparentes.
Pueden actuar concediendo préstamos y ayudas o, simplemente, siendo intermediarios en la concesión de créditos. Un ejemplo de esto es el ICO (Instituto de Crédito Oficial), un banco de ámbito público que tiene la función de ejercer de mediador en la concesión de líneas de crédito y de financiación directa en algunos casos y proyectos.
El último elemento que nos queda por comentar para entender adecuadamente la relación entre prestamista y prestatario es el documento en el que se plasman las condiciones del préstamo (con aval o sin él): el contrato.
El documento en sí tiene una doble funcionalidad: por un lado, constituye una prueba de que dicho contrato se ha efectuado y, por otro, de que los firmantes se comprometen con las condiciones que hayan establecido.
En el caso de préstamos entre particulares, este documento es bastante útil para generar confianza y dejar plasmada la forma en que se va a desarrollar el préstamo. Al mismo tiempo, si hay algún problema legal, el disponer de este tipo de documento puede ayudar a aclararlo lo antes posible.